Cuando digo que los hombres al volante se transforman, la mayoría de la gente me mira con escepticismo, mientras piensan que lo mío es la misandria. Pero no, me explico:
Yo creo que la mezcla del olor a gasolina (o gasóleo, que viene a ser lo mismo), con el del cuero o la alcantara del asiento y el de los plásticos de buena o mala calidad del salpicadero disparan la testosterona de los hombres hasta la zona roja del cuentavueltas.
Nada más abrir la puerta del coche –lo mismo da que sea un utilitario o un gran deportivo-, y también da igual que nuestros protagonistas sean altos o bajos, feos o guapos, triunfadores o fracasados…, todos mudan su piel humana y se enfundan la de neandertales o cromañones. Se sientan al volante, resoplan, se ajustan sus partes y se preparan para la batalla. Primer semáforo, primer bufido, luego pitadas por aquí, improperios por allá, y si es una mujer ‘la contraria’, no te digo. Lo peor es cuando otro ‘osado’ les quieren adelantar. “A mí no me pasa ni mi padre”, es lo más suave que aciertan a decir… Pero eso sí, ellos siempre buscando el hueco no se vayan a quedar detrás en esta carrera diaria por llegar a ninguna parte.
Si, sí, es verdad y gracias a un estudio de la compañía de navegadores TomTom lo puedo demostrar “Los hombres se estresan hasta un 60% más que las mujeres en los atascos”, concluye el estudio.
Pero, ojo, esto cada día es más aplicable también a mujeres al volante.