martes, 22 de septiembre de 2020

Hombres al volante, gruñidos constantes

Cuando digo que los hombres al volante se transforman, la mayoría de la gente me mira con escepticismo, mientras piensan que lo mío es la misandria. Pero no, me explico:
Yo creo que la mezcla del olor a gasolina (o gasóleo, que viene a ser lo mismo), con el del cuero o la alcantara del asiento y el de los plásticos de buena o mala calidad del salpicadero disparan la testosterona de los hombres hasta la zona roja del cuentavueltas.
Nada más abrir la puerta del coche –lo mismo da que sea un utilitario o un gran deportivo-, y también da igual que nuestros protagonistas sean altos o bajos, feos o guapos, triunfadores o fracasados…, todos mudan su piel humana y se enfundan la de neandertales o cromañones. Se sientan al volante, resoplan, se ajustan sus partes y se preparan para la batalla. Primer semáforo, primer bufido, luego pitadas por aquí, improperios por allá, y si es una mujer ‘la contraria’, no te digo. Lo peor es cuando otro ‘osado’ les quieren adelantar. “A mí no me pasa ni mi padre”, es lo más suave que aciertan a decir… Pero eso sí, ellos siempre buscando el hueco no se vayan a quedar detrás en esta carrera diaria por llegar a ninguna parte.
Si, sí, es verdad y gracias a un estudio de la compañía de navegadores TomTom lo puedo demostrar “Los hombres se estresan hasta un 60% más que las mujeres en los atascos”, concluye el estudio.
Pero, ojo, esto cada día es más aplicable también a mujeres al volante.